sábado, 6 de junio de 2009

Coral Pastor, pregonera HOGUERAS 2009


Excmas. e Iltmas. Autoridades, Presidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan y sus más allegados colaboradores, Sras. y Sres. permítanme que entregue este ceremonial anuncio a quienes hoy se proclaman como la cuadragésima Meiga Mayor, Meiga Infantil y Meigas de Honor.

Hace treinta años no pude presagiar la existencia de esta tarde: la platea en penumbra, batiéndome en concertado duelo con ustedes, con sus miradas, sus silencios…
El 27 de Mayo de 1979, hace treinta años, pisé por primera vez un escenario; aquella tarde se estrenaba ¡Prometeo encadenado!, aquél que robó el fuego a los dioses para entregarlo a los humanos.
Insólita coincidencia: hace treinta años en el Mediterráneo, hoy en el Atlántico, dos ciudades de mar, un 27 de Mayo, pisar un escenario y honrar al fuego.

Para colmo de bienes nos reúne un espacio sagrado, el Teatro Rosalía de Castro. En este palco escénico han transcurrido ciento sesenta y ocho años de dramas y comedias, voces e histriónicos movimientos de grandes actrices y actores, muchos de ellos hoy sepultados por el paso del tiempo.

Les invito a que abandonen por un instante el tedioso pensamiento racional. Atrévanse a imaginar que cuando se ilumina este insigne escenario el fantasma, la sombra de todos ellos vuelve a encarnarse en su último personaje. Cada vez que se levanta el telón en este escueto universo intangible, estallan al unísono todas las historias aquí antes representadas de Buero Vallejo, Shakespeare, Calderón, Lope de Vega, Strindberg o Chejov.

Y ya todos con el ánima acicalada invocando a Prometeo, a Vulcano, a Hefesto y a San Juan. Da igual Grecia o Roma, manifestaciones paganas o cristianizadas; el fuego es regalo de dioses y no cabe debate para legitimar su pertenencia si no nuestra libre adhesión.
Se aproxima el momento de danzar con las manos entrelazadas en las playas de Riazor y el Orzán. Las Meigas, prestas para encabezar cabalgatas, ofrendas y pasacalles, se encarnan como diosas del fuego en busca de la noche más corta. Todos los actos que ellas avalan los reconocemos como signos de la cultura egipcia, griega o romana; las Meigas, sacerdotisas del Fuego nos vuelven a ofrecer en estos días el culto a la divinidad, ofrendas florales, música, poesía, danza, teatro, exhibiciones deportivas, relevos en el traslado del fuego sagrado…, todo ello está impreso en nuestro imaginario.

La Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan resurge cada año de las cenizas y ofrece a la comunidad coruñesa el rito ancestral de la renovación, el juego constante de la vida y la muerte.
Aquellos chiquillos de la calle Fernando Macías, que en 1970 prendieron los primeros tablones y maderas que habían apuntalado alguna obra, hoy junto a su infatigable escudería, con largas jornadas de trabajo a lo largo de todo el año, sus puestas en escena, ceremonias, actos poéticos, danzas y conciertos reclaman el fuego a los dioses para purificar e iluminar la mente y el corazón de los miles de coruñeses y visitantes.

Cada año, la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan cumple debidamente con el mito del fuego y alimenta el espíritu lúdico y el imaginario colectivo.

No hay lugar para el desplante ni la deserción. No existe lateralidad que rija el fuego, no hay derecha ni izquierda, ni adentro ni afuera, todos estamos conectados por igual a la llama primigenia de las cavernas. Todos nos reconocemos en ella, y así al despuntar Junio, segunda puerta solsticial, las Meigas, acompañadas de Pajes y Heraldos, recorren las calles como nobles guardianas del mundo simbólico. A su paso, unos se detienen, otros siguen su camino cuanto menos sorprendidos, muchos aplauden…, pero nadie se queda indiferente.

El silencioso trabajo de todo un año deviene en algarabía, explosión de emociones, Noite da Queima, incendio del alma y llanto contenido. Después del fuego llega la calma, y así un año tras otro.
Conectar con el valor esencial de la fiesta representa beneficiarse de sus bondades. Si alguien de los presentes jamás lo ha sentido, le exhorto a que lo haga.

La fiesta es quizás el acontecimiento que cuenta con mayor índice de participación: salgamos a contar las miles de personas que abarrotan cada año las calles a la hora de la “sardiñada” o en los arenales a la hora de la “queima”.
Tras el telón de la fiesta se encuentra además el valor más próximo a la igualdad: por unos instantes, en torno a las hogueras, se entrelazan con pasión manos de diferente estatus, de distinto saber, de opuesta ideología. Lo he visto: al juntar las manos y rotar en torno a la hoguera los rostros se exaltan; todos los ojos se iluminan por igual al sentir cerca el calor, el dolor del cartón piedra que, entregado a la más elevada alquimia, convierte en ceniza la crónica de la ciudad plasmada en tan fugaz monumento.

Vaya también por los artesanos de la fiesta. Quienes dibujan, trazan planos, modelan, clavan, atornillan, pintan y montan la falla, atesoran una vieja sabiduría; todo es efímero, nada permanece sino en la memoria.
La codiciada trilogía de ser, poseer y permanecer se tambalea entre las llamas y adquiere una textura de polvo sutil, cercano a la nada.
Desdramaticemos nuestra realidad, aprendamos de los artistas falleros: todo su empeño, la aplicación de sus ideas y bocetos, toda su obra consolidada, a la hora acordada es devorada por las llamas; ruge el cielo y amanece un día nuevo.

Así como los celtas no permitían que el fuego del hogar se apagara jamás, en esta trigésimo novena Fiesta del Aquelarre Poético Jennifer Bermúdez, Alejandra López y las Meigas de Honor se convierten en sumas sacerdotisas, en portadoras del fuego sagrado.
Vosotras viviréis en primera línea la inconmensurable alegría y quizás, como a todas las Meigas que os han precedido, se os nublen los ojos cuando, al extinguirse las ultimas llamas, reine por un momento la oscuridad en la fugaz Noite da Queima. Vivid ahora con intensidad, pues solo entonces entenderéis que la vida es sueño y que todo se reduce a la nada.

Debo decirles que me siento profundamente orgullosa con la encomendada tarea de pregonar a Poniente y a Levante esta fiesta, no en vano, declarada de Interés Turístico Nacional.

No abriré el telón de la erudición en busca de un brillante y efectista final. No teman, no es momento para el lucimiento del mensajero, es noche de invocación.

Es la hora de proclamar que empiece la fiesta; que en este mismo instante arranque la cuenta atrás; que lleguen las barcas inundadas de sardinas; que irrumpa de un lado a otro el trasiego de maderas y trastos viejos; que se pronuncien salmos; que suenen marchas procesionales, gaitas y pasodobles; que broten las flores que serán expuestas al rocío; que se fragüe y ahonde en nuestra ánima el espíritu de las Hogueras de San Juan.

Coral Pastor

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